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Ulises Velasco Sánchez

¿Quién gana con la polarización?

El aumento de la polarización política en nuestro país nos hace plantearnos una pregunta fundamental: ¿Quién gana en este ambiente de confrontación?





A nivel cupular, las profundas divisiones “políticas” algunas soterradas y otras evidentes, que son tendencias dentro y fuera de los partidos y que han dividido por ejemplo, en dos bandos los trabajos legislativos, con alianzas partidistas y agendas casi personales, que han erosionado y en algunos casos paralizado las actividades institucionales, empujando y estimulando a los políticos a perseguir sus objetivos, incluso fuera de marcos institucionales, en varios casos a través de los tribunales, para que luego las decisiones de estos, se conviertan también en motivo de pugnas, construyendo así la idea de un enemigo más.


Sin embargo, estas divisiones se extienden mucho más allá de los partidos, ya que la polarización a nivel individuo está empujando a todo el país a dividirse en campos ideológicos distintos y mutuamente excluyentes, incluso dentro de los mismos partidos encontramos fisuras estructurales de tipo tribal, que buscan posiciones de poder, frente al horizonte de las próximas elecciones.


Aún más preocupante, resulta que estas dinámicas están contribuyendo directamente a un fuerte aumento de la violencia política, para muchos… solo verbal y simbólica, pero en un país en donde la violencia a secas y el homicidio arranca 83 vidas al día, (muchas de ellas de mujeres) y donde parece que normalizar de la violencia se convierte en un tema solo de números, el asunto necesariamente debe ser atendido como un tema central.


El surgimiento de una mentalidad e identidad política de “nosotros contra ellos” en la vida cotidiana del ciudadano es evidente en todos los ámbitos, pero especialmente en el ámbito de lo cotidiano, con desconfianza y divisiones entre familias, amigos, vecinos.

La polarización, según la definición de Edelman, ocurre como resultado de varios factores, incluido el pesimismo económico, la desconfianza en los medios, (y debemos agregar) entre los ciudadanos, frente al gobierno y los políticos, además de la desigualdad sistémica y la falta de identidad compartida.


En los entornos altamente polarizados, los ciudadanos están menos inclinados a asumir el papel de guardianes de la democracia y más dispuestos a aceptar violaciones de las reglas para ayudar a su lado ideológico a ganar.




La profundización de la polarización ofrece entonces una puerta de entrada para el retroceso democrático.


Ya que en un estado polarizado no hay término medio. Se arrincona al ciudadano a elegir entre dos opciones. Y el que piensa diferente se convierte en enemigo de uno u toro bando, con una posición ilegítima y amenazante.


En La polarización hay muy poco espacio para la diversidad.


Ante este panorama la pregunta es: ¿cómo podemos revertir esta tendencia? Y si los ciudadanos, los políticos y la sociedad en general ¿estamos realmente convencidos de querer revertirla?


Personalmente pienso que existe una parte de la sociedad con diversas ideologías e incluso “militando” en distintos partidos que se encuentran cómodos con esta sociedad polarizada.


Son ellos los que atizan todos los días el fuego y llenan las redes de insultos para uno u otro lado, elevando cada vez más el nivel de confrontación, que sale de las redes y pasa a las calles, reduciendo la posibilidad del diálogo, es esencial dejar de caer en esta trampa.


Es evidente que, para revertir esta situación, debemos enfrentar una empinada curva de aprendizaje, para generar una comunidad más inclusiva, que pueda desde los pequeños espacios y desde conductas que parten de lo individual a lo general, encontrar, en una sociedad dividida, puntos comunes que nos vinculen, nos acerquen y nos ofrezcan a través del diálogo respetuoso, una oportunidad que nos permita saber… algo que ya sabemos.


Que a pesar de la polarización imperante en México, todos amamos este país, y que los mexicanos cuando coincidimos en este sentimiento fundamental, no nos encontramos tan lejos los unos de los otros. ¡Hagamos comunidad!

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